En la época de Seurat, la dársena del puerto de Gravelines era la base de las flotas de pescadores de arenque y bacalao. Sin embargo, en este cuadro no se observa ninguna actividad. El velero que entra en el puerto ni siquiera presenta un capitán. Esta total desolación añade un toque misterioso a esta vista portuaria. Seurat redujo la realidad visible a su esencia y creó una atmósfera serena y atemporal.
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