Helene Kröller-Müller recibió este retrato casi de tamaño real como regalo de su marido Anton con ocasión de su 25 aniversario de boda en 1912. La obra le impresionó mucho, sobre todo la manera en la que Fantin-Latour pintó los ojos. A este respecto escribió lo siguiente: “Las cuencas oculares forman grandes masas oscuras, y los ojos no aparecen hasta que no se observan durante un periodo más prolongado, pero entonces lo hacen con una profundidad y esplendor tal que no podemos contemplarlos sin sentirnos conmovidos y que solo un gran artista puede crear”.

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AB

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